Recensión del libro “El Grand Tour de Josep Anton de Cabanyes i Ballester (1797-1852). Viatges i afició col·leccionista a la llum d’Europa” de Francesc Miralpeix.

“La microhistoria” —escribía Giovanni Levi en el ya clásico Formas de hacer Historia, editado por Peter Burke— “en cuanto práctica se basa en esencia en la reducción de la escala de observación, en un análisis microscópico y en un estudio intensivo del material documental”. La investigación de Francesc Miralpeix, profesor de Historia del arte moderno en la Universidad de Girona, en torno a la figura de Josep Anton de Cabanyes y su singular periplo europeo podría inscribirse en este género de estudios. Y como en todo buen ejercicio de microhistoria, el autor toma como punto de partida algo particular o específico —un carné de viajes inédito escrito por el joven Cabanyes— y procede a examinarlo a la luz de un amplio contexto de referencias. El proceso de análisis revela, en cada una de sus fases, una serie de rasgos y matices de carácter general o social. Así, el examen del original episodio viajero del joven Cabanyes, observado desde la pers- pectiva adecuada, acaba convirtiéndose en una importante contribución al conocimiento de la historia de la formación del gusto y el consumo cultural de las élites burguesas de principios del ochocientos.

El eje del libro es el cuaderno de viajes que Josep Anton de Cabanyes —primogénito de una familia adinerada y culta de Vilanova i la Geltrú, cuya fortuna procedía de la fabricación y el comercio de aguardientes con Nápoles, América del Sur y Rusia, y de las rentas de sus propiedades agrícolas y urbanas—, escribió en alemán, entre 1816 y 1822. La edición incluye la traducción al catalán llevada a cabo por el historiador Cornel-Peter Rodenbusch. Tal como indica Miralpeix, no se trata “propiamente, de un dietario ni de una crónica extensa con aspiraciones literarias, sino de un carné de apuntes que Cabanyes escribió con la minuciosidad de espíritu propia de un comerciante que anota en los libros de cuentas las entradas y salidas y que, al mismo tiempo, recoge las impresiones de aquello que ve y siente”. El cuaderno reúne notas tomadas a lo largo de distintos recorridos. El primero, transcurrido entre julio y noviembre de 1816, tuvo como destino Madrid y Segovia. En el segundo, llevado a cabo en otoño de 1817, Cabanyes se dirigió a Ámsterdam, donde permaneció desde noviembre de 1817 hasta abril de 1820, cuando marchó por breve tiempo a Londres. A principios de mayo retorna al Continente, pero no a Ámsterdam, sino a París, desde donde, a principios de junio, parte de nuevo hacia Italia atravesando Suiza. El periplo por tierras italianas acaba en Nápoles, desde donde emprende el camino de vuelta a casa en octubre de ese mismo año. En 1822, vuelve a abandonar España con destino Bruselas, donde permanecerá hasta 1824, pero esta última etapa no aparece recogida en el cuaderno.

Miralpeix reconoce en Cabanyes la “doble alteridad” del comerciante que viaja: “el viajero que, aunque interesado en sus negocios, nunca descuida la oportunidad de dejarse seducir por la cultura y las artes de los lugares que visita, y que viaja por el simple placer de conocer y aprender”. Pero —observa— mientras que sus largas estancias en Ámsterdam y en Bruselas o la jornada londinense respondían fundamentalmente a finalidades formativas o laborales ligadas a los negocios de la familia, el recorrido italiano estuvo libre de obligaciones: tuvo, por tanto, como único propósito el placer, el encuentro con el arte y la cultura que él admiraba. En el capítulo tercero, Miralpeix examina a fondo los apuntes que Cabanyes llevó a cabo a lo largo de sus itinerancias, poniendo el foco de atención en el periplo italiano. Pero antes, en los capítulos primero y segundo, se detiene a indagar sobre el personaje y su entorno. La intención, queda claro, no es ofrecer una semblanza biográfica de Cabanyes en un sentido estricto, y tampoco una historia de la familia, sino, tal como acabamos de señalar, componer un contexto de referencias significativas que expliquen, en gran medida, la génesis y el desarrollo de los gustos e inquietudes que se hallan en el origen del viaje a Italia. Con este fin, traza una rica panorámica de la cultura artística de las clases acomodadas en la Cataluña de finales del setecientos y principios del ochocientos. En estas páginas, analiza las aficiones artísticas de la familia Cabanyes —la arquitectura de sus residencias, el programa decorativo de la casa familiar de Vilanova, la biblioteca y la colección de pintura reunida por Josep Anton— a la luz de las prácticas culturales de la burguesía de la época y su creciente red de intereses sociales y económicos, sin olvidar el telón de fondo: la evolución del negocio familiar y el marco histórico-político convulso de la España de principios de siglo.

Una vez trazada esta sólida base contextual, Miralpeix procede a examinar el singular Grand Tour de Josep Anton de Cabanyes, émulo del viaje a Italia que los vástagos de las élites británicas y europeas lleva- ban a cabo como complemento de su formación clásica. A pesar de que el periodo dorado de esta práctica se sitúa en el siglo XVIII, su estela se prolongó hasta bien entrado el siglo XIX, con algunos cambios. En términos generales, tras el interludio de las guerras napoleónicas, los aspectos protocolarios consustancia- les a la versión clásica del tour fueron quedando atrás, así como el lujo de medios de que hacían gala los milores y señoritos de otrora. Y el tiempo de estancia en el extranjero también tendió a reducirse. A lo largo del ochocientos, la costumbre se extendió de manera rápida entre la burguesía, y cada vez fueron más los jóvenes —también algunas mujeres— de clase acomodada, con inquietudes culturales, como Cabanyes, que encaminaron sus pasos hacia Italia.

Miralpeix da buena cuenta de las aficiones intelectuales de Cabanyes —poseedor de una biblioteca muy bien nutrida de literatura clásica y romántica—. Y repasa exhaustivamente las lecturas que pudieron guiarle tanto en la preparación del viaje como a lo largo del recorrido: una excelente selección de guías, descrip- ciones, manuales del viajero, memorias del Grand Tour y catálogos de monumentos y museos, extraída de inventario de su biblioteca. El estudio en profundidad de dicha literatura no solo le sirve para reconstruir el equipaje mental que, por decirlo así, Cabanyes se llevó a Italia, es decir, la red de conocimientos, intereses y valores que educaron su mirada y condicionaron sus gustos. También lo utiliza para reproducir el itinerario, para acompañar al joven en cada una de sus paradas al hilo de los escuetos apuntes del carné de viajes. De esta manera, recrea múltiples aspectos de la travesía a base de analizar microscópicamente las lacónicas no- tas, interpretarlas y llenar sus lagunas a la luz de dichas fuentes. “El seguimiento de cada jornada y el intento de dilucidar aquello que podía haber visto” —escribe— “han sido uno de los objetivos del análisis detallado que he intentado afrontar con los ojos de la época”. Un análisis que complementa con una buena muestra de imágenes contemporáneas —pinturas, dibujos y grabados— que ilustran el itinerario y enriquecen su comprensión. El resultado de esta encomiable labor de exégesis es un relato de viajes fecundo que conduce al lector tras los pasos de Cabanyes, ejemplo del viajero burgués de principios del ochocientos, observado con una lente de aumento.

 

Núria Llorens Moreno. Universitat Autònoma de Barcelona